No por repetida mil veces la frase de G. K. Chesterton: "Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa", resulta inútil el recordarla de nuevo.
¿Que nos encontramos?, ¿quienes son nuestros dioses?. Para sustituir la religión, o mas concretamente, la religión de los seguidores de Jesús, se ha trabajado duro y se han llegado a cometer los mayores genocidios de la historia. Cada época ha tenido sus estrategias, sus mesias-profetas, pero todas -Todas- han pasando.
Si en los dos anteriores siglos fueron las ideologías las que nos ofrecían paraísos en un futuro mas o menos cercano, utopías realizadoras del hombre, lo que surge desde la caída del muro de Berlín es mucho más complejo y variado.
En la situación actual vemos que todos aquellos esfuerzos de épocas pasadas se multiplican, se perfeccionan, y las técnicas son realmente eficaces. No puede quedar ningún agujero por el que ese Ser superior se nos cuele. Tenemos estrategias dirigidas a todos los públicos, unos mas básicas y sencillas de entender, otros mas sutiles. Pero todas llevan a un mismo camino: controlar el ser humano, diseñar nuevas personas, quitar libertades, dirigir sus conductas, su vida.
Las nuevas catedrales son los grandes estadios deportivos, donde se idolatran los héroes -producto del marketing-, las grandes obras arquitectónicas, que compiten en altura como nuevas babeles; nuevos concilios dogmáticos de la era globalizada con temas en los que hay que creer; reaparecen los cataclismos milenaristas debidos a la maldad y codicia del hombre, guerras de género -añadidas a las ancestrales de raza y posición social-, nuevas religiones de diseño, etc.
Lo que viene parece vacío, la nada. Realmente no se cree ni en lo que se quiere creer.