Por el ancho camino he sido conducido,
allí donde la Noche y la Luz del día se acercan más,
donde la espesa nube les esconde.
El divino ensueño me dirigió sus palabras
y mis plegarias fueron elevadas.
Hera, de inmensos ojos, a Érato para auxílio y amor me ofreció.
En profundas grutas del Ponto habitaba,
y en la antigua ciudad tartésica nos unimos.
Viéndonos la Aurora, con sus brazos nos acariciaba.
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